Salvador se ausentó durante unos breves minutos.
Mientras tanto, Daniel seguía jugando a los dobles sentidos y las caricias furtivas con Lola y, Esperanza…. Ella se estaba impacientando…
¿Qué se traía Salvador entre manos? ¿A qué venía tantísimo misterio?
Pronto lo descubría, y no sería agradable.
Salvador apareció de la nada con una tabla de madera que en sus mejores momentos formó parte de una antigua mesa: el barniz casi inexistente, el color perdido seguramente por haber pasado horas al sol en esas tardes in-tempestuosas de esta Córdoba calurosa hasta el desmayo, lo que antes fueran esquinas talladas ahora convertidas en redondeces sin esplendor…
-Bueno bueno, aquí está.
Daniel apartó la vista de Lola con disgusto, Lola sonrió y la curiosidad asomó a su rostro, Esperanza seguía sin poder mover uno solo de los músculos de su cuerpo.
-A ver, por favor…-anunció Salvador con voz cantarina- ¡Dejadme sitio!
Cuando colocó con suma delicadeza el tablero ajado sobre la mesa en la que comieron, a Esperanza se le escapó un suspiro ahogado y su cuerpo se aflojo de tal forma que creyó caer de la silla en la que se encontraba.
El olor a Jazmín empezaba a marearla, y esa imagen tan cerca de ella no la ayudó a retomar la compostura.
-¿Qué, jugamos un ratito?
-Pero Abu ,¿se puede saber de dónde has sacado esto?- comentó Daniel.
-¡Qué pasada!- afirmó Lola-¡Nunca había visto una tabla Ouija de estas dimensiones!¡ Y está pintada sobre la mesa!
-No es pintura niñata estúpida- espetó con violencia Salvador- está tallada con gran esmero y mejor detalle.
Esas palabras salieron con voz de real admiración por el tallado mientras sus manos acariciaban cada detalle.
-Esperanza cariño mío, cambia a carita, que no va a morderte… ya está domesticada..
Pero ella no pudo retener su gesto.. Repulsión, terror, angustia…