viernes, 5 de noviembre de 2010

Miedo Entre Jazmines XV

Daniel salió con los ojos muy abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Vaya Lola! ¡Que bien que ya hayas llegado!

Daniel coqueteó con ella, le dio dos besos…
-¡Aaabuuu, ya ha llegado Loolaaaa!

Esperanza no podía creer lo que estaba viendo..
¿Una chica nueva para trabajar? Pero si para pagarle a ella hacían filigranas, ¿cómo se podían permitir a otra chica?

Salvador salió con cara de pocos amigos limpiándose las manos con un ajado trapo de cocina, y dijo con tono de impaciencia y revisando a la chica de arriba a bajo:
-AH, muy bien. Pues venga, preséntate a Esperanza  que es la verdadera y única “hembra alfa”. Ah, y otra cosa… nunca olvides lo de “hembra alfa”, ella hace, deshace aquí como Daniel y yo, así que respétala como a una jefa más.
Y volvió a la cocina como había salido.

A Esperanza se le escapó una sonrisa al imaginarse como loba dominante de la manada.

Daniel miró con un toque de desprecio a Esperanza, y guiñó un ojo a Lola.

-Esperanza, ven cariño…

La llamó como lo hacen los ricos que desprecian a la clase obrera.

-Esta es Lola, enséñale todo lo que tiene que saber. Lola cariño, me voy con Abu que enseguida se pone “celosón“.

Sí, estaba coqueteando con un descaro que cegaba,  y a Esperanza se le quedó la boca abierta.

-Lola ¿verdad? Encantada, no podemos perder tiempo que ya mismo están aquí los primeros clientes.


La tarde transcurrió con normalidad.
Esperanza enseño a Lola todo lo que tenía que saber sobre la historia del local para explicarla a los comensales, y sobre cómo colocar las copas, cubertería etcétera.

La chica era simpática, y en el fondo, a Esperanza le venía bien no estar sola y así no pensar en nada más que en servir las mesas y bromear con alguien de vez en cuando.

Acabó la tarde relativamente temprano, a las 11.30 de la noche, y como de costumbre compartieron tareas para recoger, limpiar y preparar la cena, esta vez siendo uno mas en su reducido grupo.

Ya con la mesa puesta y dispuestos a sentarse, Salvador pidió a Esperanza que lo acompañara a la cocina.
-Espe… ¿qué te parece la tía esta?
Un comentario despectivo que confirmaba su disgusto ya demostrado con su forma de actuar con la chica nueva.
-Mira Abu, para ser el primer día no está mal. Ha sabido comportarse y no le ha importado llevarme a sus mesas disculpándose de antemano para que tradujera a los clientes de habla inglesa el menú. A de más parece simpática… no parece mala chica.

- …mmmm.. Tiene algo … es como cuando te conocimos, pero una sensación totalmente contraria…

- Abu quisiera aprovechar para decirte…

-Venga vamos a cenar.

-Pero Abu quisiera hablarte de…

Salvador se volvió con violencia, y la miró con angustia.
-He dicho que vamos a cenar.

¿Había evitado el tema o solo le había parecido?
Estaba claro que él sabía de que le iba a hablar, pero no le importaba mucho, la noche había transcurrido sin problemas, así que lo dejaría para el día siguiente.

Lo que ella no sabía era que, esa noche, no la volvería a olvidar.

Miedo Entre Jazmines XIV

Más dudas.

Ella no era una “médium”.

El espíritu claramente se le representó como un hombre, o eso creía ella, pero la pregunta era por qué ese nombre, Davida era nombre de mujer.

Tal vez era la señora que la ayudó, pero no.
Desechó esa idea ya que, en su sueño el ente se presentaba como una de las voces del remolino que la rodeó.

Cuanto más ahondaba en el tema, más dudas surgían.

Ahora, el siguiente paso  sería volver a la taberna y preguntar a Abu qué sabía sobre todo aquello.

En su camino hacia la taberna pensó una y otra vez cómo abordaría el tema, porque realmente aunque lo parecía, no era nada sencillo.

La taberna estaba abierta.
Era algo extraño, ya que Abu y Daniel no eran nada puntales, y ella al igual que los demás días, había llegado con sus 10 minutos de adelanto.

Corría una suave brisa que hacía mover con suavidad las cortinas.

Lo primero que hizo al cruzar el umbral fue respirar hondo.
Nada, ni una leve brizna de olor a jazmín.

Caminó con decisión hacia la cocina, y allí, en silencio, estaban los dos preparando cuscús y algo de pollo a la crema.

-Vaya guapa, no te hemos oído entrar.
El saludo de Abu fue frío, demasiado frío.
No era el momento de preguntar, pero Esperanza se quedó en la puerta mirándolo, deseando que salieran de su boca las preguntas que querían escapar a borbotones...
-¡No te quedes ahí embobada, y acaba de preparar el patio!
Vaya, Daniel también estaba… raro.
Ni si quiera la miró cuando le dio la primera orden de la tarde.

El patio…
Tenía que entrar en el patio…

Soltó su bolso en un perchero que había en la cocina tomándose su tiempo, despacio, alargando el momento de acudir a la llamada silenciosa del jazmín.

-¡Quieres darte prisa! ¡No tenemos toda la tarde! Sabes de sobra que los guiris cenan temprano…
-Daniel por favor…
….
-Perdona Daniel- contestó Esperanza con la cabeza baja- ya voy.

Desde las cristaleras veía cada mesa en su sitio.
-Seguro que entre los dos han puesto el jazmín en su sitio y todas las mesas.
Suspiró, se acercó al mueble aparador para coger los manteles y servilletas y, alguien entró.
Era una chica de la edad de Esperanza.
Su pelo negro alcanzaba la cintura haciendo ondas, y se movía con cierto aire de superioridad.
Los grandes ojos azules, radiografiaban todo y cada uno de los rincones por los que iba pasando.

-Excesivo maquillaje- pensó Esperanza.

Cual fue su sorpresa cuando vio que según se acercaba a la cocina, sacaba un mandilito  blanco de una bolsa, y se lo iba poniendo mientras gritaba:
-¡Salvadooor, Danieeeel, ya estoy aquí!